lunes, 27 de julio de 2015

La valentía de unos pequeños adultos

La historia de estos pequeños adultos, los "niños de la guerra" es un tema que me ha apasionado desde el momento en el que, a lo largo de mi corta vida he ido escuchando historias de mi abuela a la vez que tristes, sorprendentes en cuanto a su grado de sentimentalismo en cada palabra que salía por su boca además de autobiografías que han ido escribiendo los propios "niños de la guerra" cuando ya volvieron a España y se hicieron mayores (hoy en día, muchos de ellos ya murieron, pero otros tanto siguen vivos con edades comprendidas entre los 80 y 90 años aproximadamente).

A continuación, basaré mi redacción sobre estos pequeños campeones de la vida en una carta que he tenido el honor de sacar del Archivo Histórico Provincial de la Guerra Civil de Salamanca (no publicado directamente aquí por derechos ya que la reproducción total o parcial de los documentos originales está destinada exclusivamente para fines de investigación o estudio):

Moscú 13 de enero de 1938

5ª Clase

Llegada a la URSS

...ya se veía Yalta y el Cabo Palos entre
en el puesto se veía una multitud de gen-
te que nos aguardaba dando vivas al
camarada Stalin a la España heroica
y a los niños españoles. Todos nos sentia-
mos en una gran emoción por pisar la
tierra del pueblo hermano y cuando llega-
mos a "Artek" no menos calurosamente
nos recibieron los pioneros de la URSS

Que es lo que más me gusta en la URSS

he visto muchas cosas, he ido a fiestas, 
a casas de pioneros, a dar paseos por Moscú
pero nada me ha impresionado tanto
como ver el mausoleo de Lenin y
los grandes desfiles del ejército del pueblo
en la Plaza Roja.

B. del R. (nombre localizado. Se prefiere dejar en anonimato)

Comenzaré diciendo que se conoce como a “Niños de la Guerra” a aquellos niños de origen español que, durante su minoría de edad, fueron desplazados a otros países, en especial a Francia, Inglaterra, Bélgica y, en el caso de nuestra carta, a Rusia, y en menor medida a otros países como Suiza, Noruega, Dinamarca, Suecia e incluso a México como consecuencia de la Guerra Civil. Más exactamente, el archivo histórico que presentaremos en estas palabras es la carta de un “niño de la guerra”, B. del R., catalán, de la Quinta clase que llegará a Moscú el 13 de enero del año 1938.

Este será pues el contexto, la Guerra Civil,. La guerra que después de comenzar el franquismo, no dejó volver a esos niños que dejaron absolutamente todo por marcharse, sin despedirse siquiera de sus familiares. ¿Os imagináis que un día estáis en vuestro colegio, y de repente llega una brigada republicana y os mete en un autobús, sin saber destino, sin saber dirección, y sin saber qué es lo que está pasando? Al comienzo de la guerra, las tropas republicanas reunían a unos 112.000 soldados, los sublevados contaban con cerca de 98.000. Si, en cambio, se añaden al contingente de los rebeldes el ejército africano, unos 45.000 hombres, y las milicias carlistas y falangistas, queda evidente que el punto de partida numérico de los sublevados se presentaba más favorable que el de la República.

Las acciones militares de la Guerra Civil pueden dividirse en cuatro períodos, separados por varias “fases de equilibrio”: durante el primer período (hasta la primavera de 1937), los rebeldes lograron el control de aproximadamente una tercera parte del país. El General Gonzalo Queipo de Llano tomó el sudoeste (excepto el País Vasco, Santander y Asturias). Diversos intentos de conquistar Madrid, fracasaron. Durante la segunda fase (entre la primavera de 1937 y la de 1938) los nacionalistas se apuntaron la conquista de las provincias del norte. El 26 de abril de 1937 Bilbao, y en otoño de 1937 se produjo finalmente la toma de Asturias. En la tercera fase, cuando los sublevados consiguieron a mediados de abril de 1938 penetrar en la provincia de Castellón de la Plana hasta el Mediterráneo, Cataluña quedó aislada del resto del territorio republicano. La cuarta y definitiva fase se desarrolló entre diciembre de 1938 y marzo de 1939. La conquista de Cataluña se realizó en relativamente pocas semanas, produciéndose la caída de Barcelona a finales de enero de 1939. Franco, acabará ocupando la capital a finales de marzo de 1939 y proclamando el término de la guerra el 1 de abril siendo esta fase en la que enmarcaremos nuestro documento. Para este tema, poco desarrollado aquí, recomiendo el libro "España partida en dos" de Julián Casanova.

No se puede separar el desarrollo militar de la evolución política, ni mucho menos de sus aspectos revolucionarios y contrarrevolucionarios. Desde el nombramiento del general Franco como “Generalísimo” y supremo mandatario del Estado por parte de la Junta de Defensa Nacional en Salamanca el día 29 de septiembre de 1936, la política del nuevo jefe de Estado perseguía una doble finalidad: por una parte, se trataba de construir un sistema semifascista en el que sin embargo el heterogéneo partido único con su ideología falangista no dominara el aparato estatal; por otra, había que evitar que la dependencia con respecto a Alemania e Italia alcanzara unos niveles absolutos y exclusivistas. La Falange, fundada por el jefe José Antonio Primo de Rivera es apoderada por Franco en abril de 1937 para promover la fusión de la Falange con los carlistas tradicionales, creando a su vez un bando opositor con los viejos falangistas, los camisas viejas.

En julio de 1937, los obispos españoles dieron a conocer una circular con su postura favorable a los sublevados produciéndose así el reconocimiento diplomático del régimen de Franco por parte del Vaticano. Así pues, los pilares fundamentales del nuevo y autoritario edificio estatal fueron el partido, la Iglesia y el ejército.

Si en el bando de los nacionales se produjo la forzosa agrupación de todas las fuerzas políticas bajo una misma dirección, en la zona republicana se puede observar el proceso contrario: el de la desintegración de las fuerzas políticas. En ocasiones no resulta exagerado hablar de una confrontación en lugar de una cooperación entre los diferentes partidos y agrupaciones. Aunque, en medio de esta lucha, los comunistas lograron superar su posición inicialmente irrelevante para convertirse en el factor político dominante dentro de la zona republicana.

En el ámbito social y económico, mientras que la contrarrevolución en la zona franquista anulaba radicalmente casi todas las transferencias de propiedad efectuadas durante los últimos meses anteriores a la guerra, en la zona republicana el golpe de los generales funcionó como una especie de catalizador de una revolución social desde la izquierda, cuyos portadores fueron sobre todo los obreros sindicalizados. Las dos zonas de la Guerra Civil no sólo se encontraban separadas por diferencias político-ideológicas y económico-militares, sino también por cuestiones financieras y monetarias. En noviembre de 1936, Franco introdujo la obligación de sellado para los billetes que circulaban en el territorio bajo su control, antes de emitir en marzo de 1937 nuevos billetes “nacionales”. La peseta republicana, en cambio, estaba sometida a una permanente bajada en sus cotizaciones.

Cuando todavía los dos contrincantes no habían terminado de desgarrarse mutuamente en los diferentes escenarios bélicos, las bolsas internacionales ya estaban presenciando la victoria de la política monetaria y financiera impuesta por Franco. El alto grado de ideologización que durante decenios caracterizaba a casi todas las visiones e interpretaciones de la Guerra Civil española, fue en gran medida el resultado de esta intervención del extranjero que convertía a España en la palestra en la que se confrontaban diferentes sistemas armamentísticos e intereses ajenos a los de los españoles. Pese a que fue la intervención alemana en España la que suscitó el mayor número de polémicas, fue Italia la potencia más comprometida en la guerra y la que más personas y mayores cantidades de material bélico envió a España. Sobre los motivos e intenciones de Stalin en cambio, y su política en España no se sabe todavía mucho más de lo que ya fue divulgado en su día durante la fase de la Guerra Fría[1].

                Pero, mientras sucedían todos estos acontecimientos, los niños fueron los primeros afectados en todo este proceso al estallar la guerra. Miles de hogares se deshicieron al incorporarse los padres al frente, tener que huir, sufrir la cárcel o ser fusilados. El desamparo de los menores se acentuó en las zonas cercanas a los frentes por los bombardeos, la escasez de alimentos y las enfermedades derivadas de las malas condiciones.

Según Ramón Salas Larrazabal[2] (Burgos, 31 de agosto de 1916 – Salamanca, 17 de junio de 1993), en la guerra murieron 138.030 niños, más de lo que se podía prever en una situación normal de paz produciéndose además una caída de la natalidad en unos 557.185 nacimientos menos de los esperados. Si comparamos ambas cifras con las de 275.000 adultos que murieron de manera violenta, podemos hacernos una pequeña idea del cómo pudo afectar la demografía infantil en el proceso posterior de la posguerra[3]. Las sirenas, las bombas y el correr hacia los refugios, la prohibición de estar jugando en la calle sin permiso, el traslado o el cierre de las escuelas, el hambre que los alimentos repartidos en las colas de racionamiento no conseguían saciar, la separación de los seres queridos debida a las continuas huídas antes mencionadas a las incorporaciones al frente, a las desapariciones inexplicables o a la muerte. Éstas fueron las primeras noticias de la guerra que estos niños tuvieron en el verano de 1936.

Se constituyó además la representación de los niños como víctimas de la guerra en una estrategia política de los gobiernos para conseguir un nuevo objetivo, la socialización bélica de los niños. El discurso propagandístico pretendía movilizarles de tal forma que se hicieran partícipes en la lucha aunque no directamente, sí indirectamente mediante la enseñanza, educación y convencimiento de que debían apoyar la causa por la que estaba luchando sus padres y contribuir en la medida de todo lo posible a la victoria. Esta enseñanza, educación y convencimiento se hacía mediante la sencilla fabricación de juguetes bélicos como eran aviones, fusiles y granadas de juguete, tanques, uniformes de soldado así como otros juegos, normales, tradicionales como eran el parchís, se revistieran con esos motivos bélicos con la iniciativa de incentivar la imaginación de los niños y convertir sus propios juegos en un gran juego a pequeña escala de la contienda bélica como era la Guerra Civil jugando los niños a ser soldados, enfermeras, a recrear batallas, escapar de las bombas, etc. Pero, la plataforma por excelencia dónde pudo hacerse posible todo este proceso de socialización fue la escuela. Las escuelas se convirtieron así en un campo más de batalla. Durante los primeros meses de guerra sólo funcionaron con normalidad aquellas ubicadas en lugares seguros y apartados de las líneas de frente, cerrándose por el contrario las que podían convertirse en blancos fáciles de alcance por bombas de los ataques aéreos de los enemigos.

Pero, desde prácticamente el inicio de la guerra, la asistencia a la infancia fue uno de los objetivos prioritarios del Gobierno republicano. Las sucesivas derrotas que a lo largo de 1937 tuvo el ejército republicano condujeron a evacuaciones masivas de niños procedentes de diferentes lugares de España, tanto de la región mediterránea de Levante como del norte de España como es Asturias y Cantabria y llegando hasta Cataluña, zona de la cual escribe B. del R. su carta. Así, la evacuación de los niños estuvo fuertemente relacionada con la creación en la guerra de los dos frentes, los republicanos y los franquistas. Para todos los menores que no se encontraba ninguna solución y que se encontraban en situaciones de riesgo, el gobierno republicano puso en marcha estas campañas de evacuación como objetivo de poner a salvo a los niños, continuar con su escolarización, sanidad y garantizar sus necesidades alimenticias. En el caso de nuestra carta, B. fue enviado a Rusia junto con unos 2895 niños más aunque al país al que más se enviaron niños españoles fue a Francia, entre 30.000 y 40.000 niños, sin olvidar otros países como México, tan lejano, al que mandaron alrededor de unos 500 niños, un número elevado vistas las dificultades con las que contaban. A ello hay que sumarle las distintas colaboraciones internacionales que hicieron posible todo esto como fue la Cruz Roja[4] Internacional, la Ayuda Suiza o las Brigadas Internacionales.

Las evacuaciones de los niños se organizaron siempre de manera similar y bajo control y seguimiento, desde octubre de 1936, del Comité Nacional de Refugiados de Guerra, que en febrero de 1937 pasó a denominarse Oficina Central de Evacuación y Asistencia al refugiado[5]. Tanto en el interior como en el exterior del país las evacuaciones respondieron a dos modalidades distintas: la individual y la colectiva. En la primera, los niños eran acogidos por familias en sus domicilios particulares durante un tiempo determinado. En la segunda, y es la que nos interesa a nosotros, eran individuos en grupos, conformados generalmente en función de la edad, es decir, por clases[6], como corresponde a nuestra carta o de la procedencia geográfica por ejemplo siendo posteriormente conducidos a refugios recién creados para este fin o a distintas colonias infantiles ya existentes con anterioridad a la guerra y que se convirtieron ahora en verdaderos espacios de renovación y experimentación pedagógica. Las salidas de as expediciones estuvieron siempre precedidas de importantes campañas propagandísticas. La recepción de niños evacuados en los distintos países de acogida se convirtió en el ejemplo por excelencia de la solidaridad internacional. B. nos cuenta, en las líneas5, 6, 7, 8 y 9, cómo les cogieron: “todos nos sentíamos con una gran emoción por pisar la tierra del pueblo hermano y cuando llegamos a Artek no menos calurosamente nos recibieron los pioneros de la U.R.S.S”. Al mismo tiempo, a Franco le preocupaba el enorme aparato propagandístico que todo ello suponía pues contribuían a dar una mala imagen del ejército de Franco fuera de España, algo a lo que le podemos añadir el hecho de que España ya estaba, hasta 1959 aislada tanto económicamente como políticamente a nivel internacional hasta que sacaron el Plan de Estabilización ese mismo año, en 1959.

Pero tan sólo dos países se resistieron a la política de retorno de los niños. Rusia y México se opusieron rotundamente a la repatriación de los niños y ninguno de los dos reconoció una vez establecido, el franquismo. Ya entrando en el caso concreto de Rusia, un total de unos 2895 niños españoles, como dijimos, de entre unos 3 y 15 años fueron evacuados a la URSS en el año 1937. La edad, la situación de riesgo en la que se encontraban y la filiación política de sus padres fueron criterios de selección que tuvieron en común las cuatro expediciones oficiales organizadas por el Gobierno republicano a la Unión Soviética, desarrolladas, en mayor o menor medida, con la colaboración entre otras organizaciones políticas y asistenciales, del Partido Comunista de España (PCE), que tuvo un papel protagonista en la vida de los menores evacuados.

La llegada a Rusia fue algo que los niños nunca olvidaron, uno de los recuerdos, sin duda, más alegres de este primer periodo de la evacuación marcado por la angustia y por el desarraigo. El pueblo soviético engalanó los puertos de Leningrado y Yalta, así como las distintas estaciones de tren por las que fueron pasando los pequeños evacuados, con banderas y con flores, además de agasajarles con música y bailes tradicionales. Esto nos lo remarca muy bien B. del R. en su carta: “ya se veía Yalta…se veía una multitud de gente que nos aguardaba dando vivas al camarada Stalin a la España heroica y a los niños españoles”. Nada más llegar a su destino, los niños españoles fueron objeto de múltiples atenciones y cuidados con numerosas excursiones por los alrededores y estancias de prestigiosos balnearios y sanatorios donde pudieron reponerse del desgaste físico y emocional del viaje. Esto también lo redacta muy claro B. en las últimas líneas de su carta: “he visto muchas cosas, he ido a fiestas, a casas de pioneros, a dar paseos por Moscú pero nada me ha impresionado tanto como ver el mausoleo de Lenin y los grandiosos desfiles del ejército del pueblo en la Plaza Roja”.

Repuestos del viaje y aclimatados a su nueva patria, los niños españoles fueron divididos en grupos y repartidos por las distintas Casas de Niños (Dietsky Dom en ruso) que el Gobierno soviético acondicionó especialmente para ellos en diferentes ciudades de la federación Rusa. En sus nuevos hogares los niños disfrutaban de sus nuevos privilegios que de haberse quedado en España jamás podrían haberse permitido. La URSS abrió ante ellos un mundo lleno de oportunidades que todos quisieron y supieron aprovechar. Los niños estuvieron acompañados en todo momento de cuidadores y maestros[7] españoles, que se encargaron de que nunca olvidasen quiénes eran y de dónde venían.

Referido ya a su sistema educacional, decir que a pesar de las malas condiciones que tenían algunos de los niños, todos pudieron obtener en cierto modo, algún tipo de título pues, algunos conseguían acabar los 10 primeros cursos y llegando de ese modo a la Universidad, mientras que otros se quedaban en el séptimo pudiendo retomarlos más adelante. Las asignaturas que cursaban eran las mismas que las que hubieran cursado si se hubieran quedado en España pues para ello se llevaron a educadores, profesores y tutores con ellos. Pero, aunque estudiaran sus asignaturas, la Unión Soviética les obligaba a estudiar otro tipo de asignaturas por denominarlo de algún modo pues se hallaban en Rusia. Con lo que además de estudiar sus propias asignaturas como era la literatura española, también tenían que cursas y además conocer bien la Historia de Rusia, la Constitución de la URSSS de 1936 de Stalin y la lengua rusa. A palabras de Julia Gutiérrez Fernández[8], “el sistema de educación que nos dieron fue bastante bueno aunque al final duro por la llegada de la Segunda Guerra Mundial, inesperada por nuestra parte. Yo tenía que cuidar de mis hermanos pequeños pero al mismo tiempo, según iba pasando éste, tenía que estudiar cada día y mantener una beca con la que vivía. Sin esa beca, era muy difícil la supervivencia porque aunque nos cuidaron muy bien, con la guerra la situación era insostenible por ningún lado y todos los niños acabamos buscándonos la vida.”. Estas palabras, dichas por mi abuela en una de las veces que le pregunté, están dichas por una persona que hoy en día, y a pesar de haber pasado más de la mitad de su vida en Moscú, no sabe hablar muy bien ruso, confundiendo palabras. Esto demuestra que, aunque aprendieran el ruso, algunos con soltura, a otros les costaba aprendiéndolo nada más que  para la integración pues la antigua Unión Soviética obligaba a instruir a estos niños en el comunismo tanto dentro como fuera del sistema educacional, es decir, utilizaba eso en su favor para crear nuevas generaciones de comunistas para la posterior difusión del régimen a nivel internacional.

                Como pequeña conclusión, querría ponerme un poco sentimental y comentar lo que sintieron los niños no desde la propia experiencia, pero sí por la suerte de haber compartido horas escuchando las explicaciones de niños de la guerra. Estas pequeñas personitas, aunque comprendían perfectamente la situación que se estaba dando en España en aquellos momentos, jamás comprendieron la razón por la que de un día para otro les separaban de sus madres. Todos ellos fueron recogidos, agrupados y trasladados esa misma noche a trenes y autobuses hacia un destino que desconocían y sin una razón aparente por la que separarles de sus vidas, de sus hermanos, de sus padres y amigos. Una vez evacuados, el desconocer la lengua, las costumbres…

Al principio todo parecía una excursión, como bien nos muestra entre sus últimas líneas B. del R., al igual que otros niños como Antonio González Sabater: “en la segunda expedición que llegó a la URSSS, llegué yo con todos mis compañeros pero la cosa que más me impresionó fue la gran recibida que tuvimos al embarcar en un puerto de la Crimea llamado de Yalta en la cual estaba todo el puerto lleno de gente y ya teníamos coches preparados para al bajar del barco llevarnos enseguida a un magnífico campamento de pioneros, el de Artek y mirar con que esmero nos cuidan que enseguida nos llevaron a reconocernos al doctor. La cosa que más me ha gustado es la visita al mausoleo del Camarada Lenin y otra cosa es la visita a la Plaza Roja el día del vigésimo aniversario de la Revolución Rusa en la que presenciamos al Camarada Stalin en compañía de todo el gobierno”[9]. Pero, todo lo bueno se acaba. Comenzó la Segunda Guerra Mundial, los niños crecieron. Unos marcharon al frente, otros intentaban sobrevivir. Todo comenzó como un juego, todo era bonito, pero los años cansan. El intentar sobrevivir a base de robar, trabajar día y noche por culpa de una guerra cansa. El hecho de no siempre conseguir entablar relación con sus familiares mediante correspondencia y no saber nada de nadie y que nadie sepa de ellos. Ellos, no lo eligieron.





[1] BERNECKER, L. Walther, España entre tradición y modernidad, política, economía y sociedad (ss. XIX-XX), Madrid, Siglo XXI, 1999
[2] Militar, pionero en el paracaidismo, e historiador español. Ver también las tesis en Historia del Ejército Popular de la República, <http://www.sbhac.net/Republica/Fuerzas/EPR/AntiSalas.htm> [última consulta el 25/05/2014]
[3] El exilio español de la guerra civil: los niños de la guerra, capítulo I – Los orígenes: de una sublevación a una guerra civil <http://www.ugt.es/fflc/exposiciones/ninosguerra/ng_cap01.htm> [última consulta el  04/04/2014]
[4] En el quinto comentario de texto hecho para clase de Historia Contemporánea III, veremos el papel que tuvo esta institución a lo largo del proceso de la Guerra Civil española.
[5] La oficina Central de Evacuación y Asistencia al Refugiado fue creada en 1936, octubre para ser más exactos con el fin de realizar operaciones de evacuación en caso necesario hacia la costa mediterránea.
[6] B. del R. era de la Quinta clase.
[7] Como es el caso del personal de la casa de N. L de Moscú – Pravda: Pablo Miaja Fernández, María Nicolás Suárez, Victoria Amelia Flores, José Manuel Arregui, Teresa Rodríguez Cárdenas, entre otros.
[8] Fuente oral directa. Mi abuela, niña de la guerra.
[9] Moscú, 13 de enero de 1938, Antonio González Sabater.

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